RESOLUCIÓN DEL DIABLO. DELFOS.
Me dirijo a sus rocosos pies, a la falda del monte de los poetas, donde me reciben con envolventes acordes de cítara. En su matríz, un trípode sacrificial rodeado de vapores embriagantes que se elevan hacia el infinito contoneándose sinuosamente. Tras la fluida cortina, su figura acompaña en ritmo y forma...etérea... ¡Dime!...No se si es su contemplación o producto de las emanaciones, pareciera que me abandono, volando mi alma a su lado para que me susurre al oído las respuestas a mis dudas. Y me bordea, me cerca, me rodea y me circunvala...divina, gaseosa, grácil, incorpórea e ingrávida...¡Dime!... seráfica, liviana, volatil...¡Dime!...Y me musita entre caricias lo que le dictan los hados, me arrulla vaticinios acariciándome el espíritu...¡Dime!...Y de la confitura de sus labios salen trovas de mañana...¡Dime!...Y ya no me dice, tan solo sostiene mi rostro frente al suyo y de sus bellos ojos negros, en trance, en respuesta, tan solo se desliza una lágrima...
RESOLUCIÓN DE LA LUNA OSCURA. PROFETA.
Asediada sin piedad en mi propio oráculo por quien nunca logroó entenderlo; rodeada y perseguida por su fría incomprensión, clamo ahora al viento en mi defensa que no recuerdo el momento ni el modo en que fui elegida.
Y mientras observo como arrancan una a una las piedras de este santuario y pretenden desnudar mis ropas de la esencia que venero, alimento de nuevo mi espíritu con la compasión que me despiertan porque una vez los acaricie.
Cómo responder a quién pretende arrebatarme la luz y capturar la inspiración que hice mía en la más completa libertad, si simplemente lo sentí y cuando no pude contenerlo más, seguí el camino trazado por todos los que me precedieron, sin arrepentimiento. Cómo explicárselo al que quiere estar ciego y no abre su alma.
No. No ocultaré de nuevo el rostro, y gritaré en la noche para que me escuchen que las profecías que exhalo no las inventé yo, que simplemente recogí lo sembrado por aquel al que sigo con toda mi fe en espera de encontrarme con otro profeta.
Ahora que atan mis muñecas, sin mirarme a los ojos, quiero que sepan que algún día recordarán mis palabras cuando él les inunde. Porque llegará el tiempo en el que todos sabrán del amor aunque renieguen toda su vida de ello. Y cuando lo sientan el tiempo se parará y todo será ese instante y morirán en él y renacerán convertidos en profetas que andarán mi mismo camino.
Llega el final. No tengo miedo a sufrir, nunca lo he tenido, pues aún en el silencio oscuro al que quieren condenarme, mientras sus manos me recorren tratando de arrebatarlo de mi piel, él permanece conmigo y sé que la luz de mis lunas me seguirá acompañando como fiel testigo.